Rosa Maria Piñol (La Vanguardia, 10 novembre 2009)
Pasqual Farràs defiende, en la novela El vigilant i les coses, la posibilidad de vivir de forma individual, rechazando consignas
Qué posibilidades tiene el desasosegado hombre actual de vivir de forma individual en este mundo dominado por el pensamiento único y otras consignas? Es la hipótesis que se plantea Pasqual Farràs (Solsona, 1959) en su novela El vigilant i les coses, que acaba de publicar Edicions de 1984. En realidad, esta es una preocupación de largo aliento para el autor, que proyecta desglosarla en una tetralogía narrativa, de la que esta novela sería la segunda entrega, tras La mort del fabulador (Quaderns Crema), publicada hace ya una década.
Novela de “alta densidad” de ideas y de “compromiso frente a la vida” (en definición de su editor, Josep Cots), El vigilant i les coses está ambientada en unos almacenes situados en las afueras de una ciudad indefinida. Allí trabaja como vigilante nocturno August, un hombre obsesivo y perfeccionista que vive una febril lucha interior, pugnando por mantener su independencia de criterio. “He situado la historia en una época indeterminada, pero en la que ocurren unas convulsiones y unas transformaciones que permiten identificarla con la etapa postindustrial —explica Farràs—. El protagonista encarna al hombre contemporáneo desazonado. Tiene asumida su soledad, pero le cuesta adaptarse a las circunstancias, a los azares de la vida. Y analiza sus posibilidades de integración armoniosa en ella, creyendo que la actitud mejor es observar las cosas a distancia”.
Farràs reflexiona, a través de August, sobre “si es posible una mirada individual en el mundo de hoy”, sobre “qué espacio le queda a alguien que quiere vivir de forma individual en esta época de pensamiento único, prisas, control y consignas mediáticas”.
Una cita de El hombre sin atributos, de Robert Musil, encabeza el libro. Pero Farràs tiene también otros referentes: “El Kafka de América, el absurdo de Beckett, El desierto de los tártaros, de Buzzati. Y también la mirada moral de Camus, es desasosiego de Pessoa, Melville…”, dice el novelista, que se siente asimismo “hijo” de un autor como Miquel Bauçà. “Hay una generación de escritores, entre los que me cuento, que son deudores de Bauçà —añade—. Pienso que en cierto modo Jordi Lara, Manel Baixauli, Jordi Ibáñez y yo, entre otros, hablamos de lo mismo, estamos en el mismo viaje”.
El protagonista de El vigilant i les coses y el de La mort del fabulador son “dos caras de la misma persona” y, en realidad, “una contrafigura” del propio autor. “Es una contrafigura distorsionada, con un cierto aire de parodia, pero también una caricatura compasiva. Porque el protagonista se ha propuesto un ejercicio inabarcable: traducir el mundo a un lenguaje inteligible”.
Licenciado en Filología y profesor de instituto en Barcelona, Farràs subraya que escribe siguiendo “un proyecto único, en el que una novela ilumina a la otra”. “Cuando concluí La mort del fabulador —revela—, pensé que sería interesante intentar explicar el estado de conciencia de alguien que podía escribir una novela como la que yo acababa de redactar. Por eso digo que una obra da pie a la otra”. El autor ya trabaja en los dos libros que darán continuidad a su proyecto: La necessitat y La vida a la frontera.