Xavier Pla (Ínsula, núm. 761, maig 2010)
LETRAS CATALANAS 2009
(…) Es, sin embargo, en el impetuoso género novelístico donde encontramos muestras de una gran vitalidad creativa e imaginativa. Pongamos por ejemplo la segunda novela de Pasqual Farràs (Solsona, 1959). Este autor discreto y persistente ha publicado dos obras en diez años. No ha ganado ningún premio literario y no colabora en los medios de comunicación. Por su primera novela, La mort del fabulador (La muerte del fabulador), publicada por Quaderns Crema, recibió los elogios merecidos de la crítica. Ahora continúa su proyecto literario y repite con una propuesta extraordinaria en todos los sentidos, El vigilant i les coses (El vigilante y las cosas), publicada por Edicions de 1984. Se trata de una novela inquietante y densa, muy original, irónica pero también impregnada de tristeza. En los suburbios de un distrito industrial de una ciudad indefinida pero antigua, atizada en unas convulsiones políticas inconcretas, cerca de un río persistente, trabaja, como vigilante nocturno de un almacén, el enigmático protagonista. August ha tomado una decisión: se ha propuesto ser un <<hombre nuevo>>, tener una <<vida plena>>, renunciar a las distracciones terrenales, vivir sin compromisos, perpetuar una existencia neutra. Cedió toda su biblioteca al viejo librero Virgili. En su casa ya no hay fotografías. No lee periódicos. Ha abandonado cualquier tentativa de intervención en la vida pública. Hasta decidió prescindir de recuerdos y de la memoria. August se ha convertido en un paseante, en una sombra errante, en un personaje indefinido, en un seguidor de Baudelaire y de Pessoa, de Kafka y de Robert Walser, un descendiente directo del Bartleby de Melville, un hermano del Doctor Pasavento de Enrique Vila-Matas. La novela de Farràs es densa y tensa, hija también de Bernhard, pero está perfectamente construida, se lee muy bien, contiene más acción de lo que parece, concentrada en un fin de semana elástico. Farràs habla de la periferia y desde la periferia para intentar comprender el mundo. La analogía con la figura del escritor contemporáneo es clara, pero no imprescindible para entender un libro irrepetible.